En Japón, el culto por la fruta llega a importantes inversiones económicas, pues los consumidores están dispuestos a pagar altos precios por variedades de primera calidad. Un ejemplo notable es la uva Ruby Roman, cultivada en la prefectura de Ishikawa, que alcanzó 1,5 millones de yenes (16.000 dólares) por un racimo en 2022.
Estas uvas están sujetas a controles de calidad estrictos incluyendo peso, contenido de azúcar y color. Estas frutas de alto precio suelen comprarlas las empresas y los medios de comunicación se hacen buen eco de ello.
Hay tiendas especializadas en frutas a lo largo de Japón, como Takano Fruit Parlour, en la estación de tren de Shinjuku en Tokio, que ofrecen una gama de frutas caras. En ella se encuentran mangos de Miyazaki por 300 dólares, manzanas Sekai-Ichi por 40 dólares, y también algunas opciones más económicas como cerezas por 10 dólares y fresas por 7. La presentación de la fruta en estas tiendas es similar a la de los artículos de lujo, con envoltorios individuales y exhibiciones que resaltan la perfección de la fruta.
Las prácticas de cultivo para estas frutas a menudo involucran cuidados meticulosos, como cultivo en invernaderos, optimización de nutrientes e incluso masajes para ciertas variedades. También abundan frutas de formas únicas, como melones cuadrados y peras con forma de Buda. Las frutas caras a menudo llevan un indicador geográfico protegido que proporciona información sobre su origen y perfil de sabor. La fruta en Japón se venera y consume como parte de comidas de alta gama o se ofrece como regalo prestigioso. Takano Fruit Parlour también organiza talleres sobre corte de frutas y sirve postres a base de fruta, lo cual pone de relieve la importancia cultural de la fruta en Japón.
Fuente: theage.com.au
Foto cortesía de: Takano Fruit Parlour