"He hablado con otros colegas y parece que todas las industrias se están aprovechando de la situación para deshacerse de producto. Sinceramente, me siento decepcionado y humillado, porque no creo que la calidad sea tan pobre. En ocasiones, dudo de que la gente entienda lo que nos esforzamos. Por cada hectárea de producto rechazado, perdemos 4.000 euros".
Goldin es propietario de una empresa que abarca 70 hectáreas, 10 de las cuales se dedican a la producción de tomate. "Es la primera vez que ocurre algo así, pero no parece que sea una coincidencia. Las superficies cultivadas han caído un 30% en los últimos años y los precios siguen cayendo en lugar de subir. Además, las importaciones de triple concentrado de China se están incrementando. En su mayoría, se vuelve a procesar y se reexporta como 'Made in Italy'".