La mancha negra, una enfermedad fúngica que afecta a los cítricos causada por el hongo Phyllosticta citricarpa, preocupa al sector citrícola argentino por su complejidad y difícil detección. Esta fitopatología ha sido la responsable de que el Senasa conjuntamente con la Asociación Citrícola del Noroeste Argentino (ACNOA) hayan decidido suspender la exportación de limones argentinos con destino a la Unión Europea por lo que resta de la temporada, después de que hubiera sido detectada en varios lotes de fruta en puertos europeos.
De acuerdo con Soledad Carbajo –especialista del grupo de investigación en citricultura del INTA Famaillá, Tucumán–, es “clave” el conocimiento de la biología de la enfermedad para establecer las medidas más apropiadas para su manejo y control.
En este sentido, destacó la importancia de realizar monitoreos permanentes para detectar a tiempo la presencia de este hongo en los lotes. “Cuanto más temprano se advierta su presencia, más fácil será su manejo”, advirtió. La especialista recomendó eliminar la hojarasca o acelerar su descomposición, realizar podas sanitarias, evitar el traslado de ramas o cualquier material cítrico de un lugar a otro y eliminar frutos que hayan quedado sin cosechar. Además, aconsejó mantener la plantación con un adecuado plan de nutrición y riego.
Por su parte, Blanca Canteros –investigadora del INTA Bella Vista, Corrientes– destacó que los aspectos epidemiológicos que favorecen el incremento de la enfermedad son el largo periodo de caída de hojas y liberación de ascosporas, presencia permanente de fuente de inóculo y tejido susceptible, largo período de latencia de la enfermedad (manifestación de síntomas) y dificultad en el diagnóstico.
Ambas especialistas coincidieron en advertir que “una vez establecida la enfermedad en una quinta, la erradicación del hongo se considera imposible”.
Formas de propagación
Para conocer y manejar la enfermedad, explicaron las técnicas del INTA, es importante saber que el patógeno desarrolla dos estructuras infectivas: las ascosporas y los conidios. Ambas fuentes de inóculo causan infección y tienen importancia en la epidemiología de la enfermedad.
Las ascosporas se desarrollan sobre las hojas caídas u hojarasca y, cuando se dan las condiciones adecuadas de temperatura y humedad, maduran y son expulsadas hacia las corrientes de aire para ingresar a tejidos. Una vez en contacto con el tejido vegetal, ingresa y queda latente durante un largo periodo hasta que pueden observarse los daños cerca de la cosecha o luego de la misma.
Por su parte, los conidios se forman en el centro de las lesiones de los síntomas en los frutos y las hojas. También pueden desarrollarse en la hojarasca y en ramas secas. Esta fuente de inóculo necesita agua para dispersarse y alcanzar los tejidos susceptibles. Están recubiertos de una capa mucilaginosa y son más pesados, por lo que su dispersión es a tejidos más próximos dentro de la planta.
Fuente: foodnewslatam.com