Como empresa transformadora de plásticos, la italiana Agriplast trabaja con uno de los materiales con mejor reciclabilidad, aunque todavía se utiliza y gestiona como si no lo fuera. Por ello, la empresa ha emprendido un cambio de rumbo en la gestión del fin de vida de los productos plásticos.
Por otro lado, el uso de materiales plásticos en el sector hortofrutícola es hoy en día imprescindible en el proceso de producción, envasado, transporte y almacenamiento de los productos. Dentro de unos años, el crecimiento demográfico llevará a un punto en el que será cada vez más difícil garantizar alimentos para toda la población mundial.
El uso del plástico, que mejora notablemente las técnicas de cultivo intensivo, ayuda a dar respuesta a la creciente demanda de alimentos. A menudo, sin embargo, los plásticos son demonizados debido a los desastres medioambientales causados por una mala gestión de los materiales al final del ciclo, que no tiene nada que ver con su uso. El verdadero problema de la sostenibilidad es la falta de reciclaje de materiales plásticos, porque son en gran parte recuperables si se someten a los procesos adecuados.
Agriplast lleva años avanzando en esta dirección, inicialmente en el campo de la investigación, tratando de crear productos con materiales reciclados que ofrezcan prestaciones satisfactorias y, hoy en día, también a nivel de producción, poniendo a disposición de sus clientes una línea de productos que cuentan con la certificación Plastica Seconda Vita, otorgada por el Instituto Italiano para la Promoción de Plásticos Reciclados. Estos materiales contienen un porcentaje trazable de productos reciclados, manteniendo excelentes características mecánicas y visuales.
La comercialización de dichos productos iniciará un sistema que incentivará a los agricultores a entregar el producto usado, reduciendo significativamente el impacto de la agricultura intensiva en el medio ambiente.
El abandono de residuos plásticos, por otro lado, es antieconómico por al menos dos razones: la primera se refiere al coste para la sociedad que, a través de los organismos competentes, debe prever su recuperación y eliminación; la segunda razón implica la pérdida intrínseca del valor de un material aún valioso, porque puede ser reutilizado muchas otras veces.
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