El tomate canario se encuentra actualmente en un momento complicado. Diversos son los factores que en las últimas décadas han llevado a que las cifras de exportación hayan caído de las 352.000 toneladas que se enviaron en la zafra 1998/1999 desde los puertos canarios rumbo al norte, hasta las casi 33.500 toneladas contabilizadas en 2019/2020. No obstante este declive, el cultivo del tomate en Canarias tiene tras de sí una historia de éxito e internacionalización que durante más de un siglo ha convertido al archipiélago en un importante proveedor de esta hortaliza para el continente europeo.
“La historia del tomate en Canarias comenzó hace 136 años. En aquel entonces, los ingleses de las compañías establecidas en las islas Canarias que abastecían a las colonias se dieron cuenta de que el clima en el archipiélago permitía cultivar tomates en cualquier época del año, incluido el invierno, cuando no había producción en Reino Unido. Así, los ingleses se convirtieron en los pioneros del cultivo del tomate canario de exportación, iniciando su producción en 1885”, explica Gustavo Rodríguez, del departamento de comunicación de FEDEX, la Federación Provincial de Asociaciones de Exportadores de Productos Hortofrutícolas de Las Palmas.
Los primeros envíos de tomates a las islas británicas confirmaron el éxito de aquella iniciativa que en pocos años se convirtió en una próspera industria. “La exportación creció rápidamente. El tomate canario, cuya producción estaba inicialmente en manos inglesas, era un artículo muy afamado en Inglaterra que incluso dejó su huella en el país, como en el célebre barrio de Canary Wharf, en el distrito financiero de Londres, llamado así por ser el lugar en el que se desembarcaban los tomates procedentes de Canarias”.
Sin embargo, tras haber sido capaz de sobrevivir a lo largo de más de 100 años superando las importantes consecuencias sociales, económicas y políticas de dos guerras mundiales y de una guerra civil nacional, la potente industria del tomate en Canarias ha tenido que claudicar ante una serie de hechos tan imprevisibles como determinantes para su futuro.
Los virus hacen su aparición en las producciones canarias
“El declive del tomate canario comenzó en el año 2000, justo después de la mejor zafra de la historia del cultivo de tomate en el archipiélago, por la aparición de las virosis. El virus de la cuchara (TYLCV), el virus del bronceado del tomate (TSWV) y el virus del mosaico (ToMV) irrumpieron en las producciones e hicieron que los costes de producción prácticamente se duplicaran en solo una campaña. Al no tener resistencias a estas plagas la variedad canaria, hubo que cambiar de variedad y a recurrir a la técnica del injerto en patrones. Esto no solo era mucho más costoso, sino que después de décadas cultivando una variedad que conocía perfectamente a nivel agronómico, el sector se tuvo que adaptar a un tomate que, además de requerir un nuevo manejo, tenía una productividad menor que el tomate que había sido cultivado hasta entonces”, detalla Gustavo. “Hubo que cambiar las estructuras por completo y adaptarlas para luchar contra los insectos diseminadores de las plagas con mallas más tupidas que, al generar un mayor ‘efecto vela’, requirieron mayores costes e inversiones”.
“Todo esto se tradujo en un incremento de costes brutal que hizo que muchísimos agricultores, vista la ingente cantidad de recursos que se necesitaban, fueran abandonando la actividad. Y el efecto inmediato fue la disminución de la superficie de producción”.
Los acuerdos comerciales de la UE
“Eso vino de la mano del acuerdo comercial que suscribió la Unión Europea con Marruecos. Se acordó una cuota de importación y unos precios que no podían bajar de ciertas cantidades fijadas para que no supusieran una competencia para el tomate europeo; sin embargo, la historia muestra que la realidad ha sido diferente”, añade Gustavo Rodríguez. “Al final ha sido lo que se ha calificado como una competencia desleal ya no solo por parte de nosotros, sino por parte de portugueses, franceses, italianos, belgas y holandeses, porque es imposible competir en igualdad de condiciones con las producciones marroquíes. Canarias fue la primera comunidad que lanzó el grito de alarma y también la que ha sufrido el mayor impacto. No es lo mismo producir en un territorio ultraperiférico insular con unos mayores costes de exportación y también unos mayores costes de importación de insumos, que producir en territorio continental”.
“A esos acuerdos se sumaron países como Turquía, Túnez y Egipto. Siempre hay un componente geopolítico en este tipo de relaciones y las producciones agrícolas y las pesqueras se usan como moneda de cambio”.
Incremento de costes
El incremento de los costes de producción en los últimos años ha sido otro factor determinante en el debilitamiento de este sector. “Se han producido aumentos en general, pero destaca el de los combustibles fósiles, necesarios para el transporte, para la producción de abonos, de fertilizantes, de mallas, de plásticos, de material para riego… Solo el incremento de costes de este insumo se ha reflejado en todos los demás. Y el problema es que esto no ha ido en paralelo al incremento de los precios de venta, sino todo lo contrario. En el 2000 los precios se estancaron y en estos 20 años solo han repuntado puntualmente de manera excepcional”.
“En los últimos 3 años además se ha incrementado el salario mínimo un 32,5%. Si tenemos en cuenta que el cultivo del tomate es de los que mayor mano de obra requiere, los costes se disparan, y aún más en el cultivo de especialidades”, señala Gustavo. “Y mientras los costes laborales en España aumentan, en Marruecos siguen siendo igual de bajos”.
Un estudio realizado en 2019 por la Universidad de La Laguna en el que se evaluaron los costes de producción de los tomates de exportación en Canarias comparándolos con sus principales competidores, ponía cifras al impacto que tenían sobre la producción insular y evidenciaban la posición de desventaja que le conferían. El estudio concluía que “una vez contemplados los costes financieros, un kilogramo de tomate puesto en el punto de venta en destino europeo costaría algo más de 1,05 euros en el caso canario, aproximadamente 80 céntimos de euro para el tomate peninsular y claramente menos de 70 céntimos para el marroquí”.
Procesos judiciales
Por su condición de insularidad, Canarias recibe del Gobierno de España una ayuda al transporte. Estas compensaciones son, como las define el BOE, un instrumento al servicio de los objetivos del desarrollo de los sectores productivos canarios y contribuyen a la diversificación y desarrollo de la economía canaria, así como a la inserción y vertebración del mercado interinsular canario en el sistema económico nacional. Sin embargo, un hecho imprevisto hizo que también supusieran un obstáculo para el tomate canario que precipitó su descenso.
“En 2006”, explica Gustavo Rodríguez, “se hizo una auditoría por la Delegación de Fomento de la Delegación del Gobierno en Canarias sobre los costes de compensación al transporte del año 2002 que nos llevó a un proceso judicial que terminó en el Tribunal Supremo. Lo ganamos en el 2016, pero hasta que se resolvió, en ese tiempo FEDEX y la Asociación de Cosecheros Exportadores de Tenerife se vieron obligados a realizar la devolución íntegra, intereses incluidos, de la subvención correspondiente al ejercicio 2002 que ascendía a 22 millones de euros. En esos diez años que transcurrieron, más del 50% de los productores se vio obligado a abandonar la actividad por la deuda a la que se tuvieron que enfrentar”.
Demora en el pago de ayudas
Ante el importante declive de la actividad en el archipiélago, donde la superficie y el volumen habían disminuido, al igual que el número de productores, el Gobierno de Canarias elaboró un Plan Estratégico para el periodo 2009/2014 con el objetivo de intentar revertir la situación a la que estaba derivando el sector. “Pero cuando en el año 2011 se produjo el cambio de Gobierno, el plan dejó de cumplirse y los productores que habían realizado inversiones costosas en la mejora de las estructuras y en tecnificación, buscando una mayor eficiencia en sus producciones, alertaron de que habían dejado de recibir las ayudas. De hecho, 7 mujeres del municipio de La Aldea emprendieron una huelga de hambre ante la sede de la Presidencia del Gobierno autonómico en Gran Canaria como último recurso ante la situación que estaban atravesando”.
El tomate aún lucha por su futuro
Muchos son los motivos que han abocado al sector tomatero canario a su presente. A ellos se sumó en 2021 el brexit y, de una manera más sutil pero no por ello menos perjudicial, el cambio climático, que no solo afecta directamente a las producciones a través de los eventos extremos, sino que ha permitido que en zonas frías del continente se pueda cultivar esta hortaliza, aumentando la oferta competidora.
El declive de este cultivo en Canarias es una realidad ineludible; con solo 426 hectáreas registradas en 2020 y 7 productores, la industria del tomate de exportación es solo una pequeña fracción de lo que fue. No obstante, el sector aún lucha no solo por sobrevivir, sino también por volver a recuperar su fortaleza, puesto que son muchas las que posee.
“Tenemos una experiencia acumulada de más de un siglo en el cultivo y la comercialización de tomate, la hortaliza más consumida en el mundo según la FAO, cuya demanda, además, va en aumento. Nuestro sector está a la vanguardia de la tecnificación y tenemos una red logística única, con empresas receptoras y comercializadoras en Reino Unido y Holanda, Fortuna Frutos y Victoria Trade. El tomate canario es de primera calidad y es muy demandado en Escandinavia, en Centroeuropa y en Reino Unido, que sigue siendo muy fiel a esta hortaliza junto a la cual ha hecho historia”, destaca Gustavo Rodríguez.
“El tomate canario posee unas características organolépticas únicas determinadas por las aguas de Canarias, muy salinas, y por el clima suave que nos brindan los vientos alisios, y desde hace unos años, junto con el Gobierno de Canarias, estamos trabajando para conseguir la marca Tomate de Canarias como elemento diferenciador”.
“Su cultivo juega una función muy importante a nivel medioambiental: frena la erosión, evita la desertización y ayuda a proteger el paisaje isleño. Es una fuente de empleo e, incluso, podría generar una sinergia con la promoción del turismo que aún no se ha explorado”, plantea Gustavo.
En este momento, es inevitable valorar la diversificación de la actividad y la búsqueda de cultivos alternativos; sin embargo, este producto histórico en el archipiélago aún merece la oportunidad de seguir haciendo historia.
Para más información:
Gustavo Rodríguez
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