El BCE ya ha adelantado que la etapa de encarecimiento del dinero en la Eurozona podría prolongarse hasta bien entrado 2024, y que se podría producir otra escalada de los precios de los alimentos ante la caída de la oferta hortofrutícola procedente de la península ibérica debido a la sequía y al calor inusual que ha hecho en los meses de abril y mayo.
Y es que, en un episodio de indudable crisis climática, la combinación de estos dos factores ha provocado que se hayan dejado sin cultivar una amplia gama de productos agrícolas en España y Portugal; dos países que, además de los mercados nacionales, abastecen a la mayoría de los socios europeos.
Esta alteración climatológica coincide con un mínimo, pero significativo, repunte de la inflación en abril, hasta el 7%, que interrumpe seis meses de corrección, aunque con un leve descenso, de una décima, de la inflación subyacente, que descuenta energía y alimentos, y que se queda en el 5,6%.
Las cifras son, no obstante, inusualmente elevadas en ambos casos en el cuarto de siglo de existencia del BCE y se encuentran muy por encima del límite, ya flexible desde hace un par de años, del 2%, que fijan sus estatutos fundacionales como signo de que los precios se mantienen a raya.
La situación de sequía es tan extrema que ha llevado a asociaciones como COAG a calificar el daño de "irreversible" para más de 3,5 millones de hectáreas de cultivo por la insuficiencia de agua en regiones como Murcia o Andalucía, en un país –España–, que produce en torno al 25% del consumo de vegetales frescos de la UE. Por ello, el Gobierno reaccionó con una partida de ayudas directas de más de 636 millones de euros para respaldar financieramente a los agricultores y ganaderos frente a la sequía.
Sin embargo, la preocupación por el escenario actual no es nueva. En 2021, un banco central de la Eurozona alertaba de los daños colaterales que el calentamiento planetario generaría en la inflación europea. Sus investigadores aconsejaban "alinear el impacto climático a los precios, porque tendrán en el futuro un impacto más que significativo sobre los inventarios, la capacidad productiva, las inversiones y el comercio agrícola". Y, lo que es más trascendental, alertaban: "Irá a peor y repercutirá en las carteras de empresas y hogares", porque también reducirá el dinamismo económico.
Fuente: publico.es