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¿Dónde se están buscando respuestas?

Los fenómenos meteorológicos extremos afectan al sector hortofrutícola mundial

El martes 4 de julio de 2023 fue el día más caluroso del mundo jamás registrado, según informa el Instituto Meteorológico de Estados Unidos. Cada vez se baten más récords meteorológicos, pero últimamente no solo se baten, sino que se superan con creces. Ya no podemos escapar a los efectos del calentamiento global, algo de lo que también pueden dar fe los productores de frutas y hortalizas. En todo el mundo, los productores son víctimas de periodos de sequía cada vez más frecuentes o, al contrario, de lluvias excesivas que provocan inundaciones.

Suelo agrietado por la sequía.

Detener el cambio climático y adaptarse al mismo tiempo a la evolución de los patrones meteorológicos es un enorme reto sobre el que se puede escribir mucho. Este artículo analiza las consecuencias para los productores de frutas y hortalizas de todo el mundo, y examina dónde busca respuestas el sector hortofrutícola para mitigar el impacto de los extremos meteorológicos.

Aquí queremos dejar claro desde el principio, con cierto orgullo, que, a pesar de problemas como un mercado cada vez más global con importaciones a larga distancia, el consumo de alimentos como frutas y verduras, en particular, supone una parte vital de la solución para reducir el calentamiento global.

El sitio web de Food-footprint muestra que producir un kilo de carne de hamburguesa emite unos 30 kg de CO₂ y necesita 250 litros de agua. En el caso de los tomates, son solo unos dos kilos de CO₂ y 100 litros de agua. Y el consumo de legumbres, cereales, crucíferas, brotes, semillas, granos, frutos secos, setas, algas y similares puede sustituir (parcialmente) las proteínas tan necesarias que aportan la carne y los lácteos.

El sector energético y las industrias representan una gran parte de las emisiones totales de CO₂.

Del cambio a cultivos fallidos
El calentamiento global se manifiesta no solo en la aparición generalizada y frecuente de fenómenos meteorológicos extremos, sino también en un desplazamiento gradual de las zonas. Y en horticultura, eso lleva inmediatamente a optar por cambiar de cultivo. Tradicionalmente, las peras han tenido dificultades en Polonia debido al clima gélido; ahora, parece que su cultivo se está afianzando mejor en ese país. La batata siempre ha sido un producto del hemisferio sur; hoy se pueden encontrar campos de estos tubérculos en el centro y el norte de Europa.

"La introducción de nuevas variedades podría tener varios efectos positivos para la horticultura de las zonas septentrionales de Europa", se comparte en el sitio web de la Comisión Europea. Para las zonas meridionales, las altas temperaturas y la escasez de agua hacen que esos efectos sean sobre todo adversos.

A principios de julio, la capacidad total de las cuencas hidrográficas en España era del 46%.

España pasa apuros
A corto plazo, la pérdida de cosechas es el resultado más evidente de los extremos climáticos y los cambios en los patrones meteorológicos. Ello acarrea problemas económicos para los productores y un aumento frecuente de los precios en los lineales debido a la escasez de oferta. En España, la zona hortícola más importante del mercado europeo, las frutas de hueso de este año son más pequeñas. Por un lado, por la falta de horas de frío en otoño y principios de invierno; por otro, por la primavera calurosa y seca.

Otro fenómeno cada vez más frecuente que afecta a la fruta de hueso y de pepita son las heladas tardías de primavera, justo cuando los árboles están en flor. Así ocurrió, por ejemplo, en Lleida y Aragón el año pasado. Los productores de esas zonas perdieron el 70% de la producción de fruta de hueso debido a las heladas tardías de abril y a una ola de calor temprana en mayo.

Las lluvias, el granizo y las tormentas, cada vez más intensas y con una periodicidad inusual, están resultando enormemente problemáticas para la hortofruticultura española; hace unos meses, impidieron más de la mitad de la cosecha de cerezas de Extremadura. A medio plazo, sin embargo, la sequía supone una amenaza aún mayor. Ese problema, que se arrastra desde el verano de 2019, hace prever un 70% menos de rendimiento en la próxima cosecha de mango en el sur de España.

Desastres en Italia y Nueva Zelanda
Sicilia, uno de los principales proveedores de cítricos y hortalizas de invernadero, ha estado sufriendo sequías e inundaciones. A finales de mayo, las lluvias azotaron Emilia-Romaña, lo que limitó la oferta de fruta de hueso y supuso una revisión a la baja de la estimación de la cosecha. Otras partes del mundo tampoco se salvan. En febrero, las inundaciones y corrimientos de tierra provocados por el ciclón Gabrielle arrasaron muchos manzanos en la Isla Norte de Nueva Zelanda. El primer ministro, Chris Hipkins, calificó a Gabrielle como la mayor catástrofe natural ocurrida en Nueva Zelanda en el último siglo.

En el Cabo Occidental sudafricano, los productores de cítricos sufrieron lluvias torrenciales durante semanas en junio, y en el mismo mes, muchos ríos inundaron casas y campos en Chile. "No recuerdo un invierno en que lloviera tanto en tan poco tiempo", señala un viticultor. Pero en Perú, debido a El Niño (que el cambio climático podría agravar), los productores de aguacate y otros esperan un tiempo más cálido y más lluvia. Y Argentina experimentó su peor sequía y calor en 94 años. "Estamos viendo la segunda exportación de cítricos más baja de la última década", declaró a principios de julio un exportador argentino de cítricos.

De la presión de las plagas al aumento de los seguros agrarios
Las pérdidas de cosechas y los daños a las infraestructuras son consecuencia directa de los fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes, pero el calentamiento global también tiene consecuencias indirectas. "El aumento de la temperatura puede provocar más plagas y enfermedades", señala la Comisión Europea en su página web. Por ejemplo, la Drosophila suzukii se está convirtiendo en un reto importante para las variedades de cereza tardía de Francia.

A su vez, la escasez de agua está reduciendo la superficie cultivada en algunas zonas. En amplias zonas de España, los niveles de las cuencas son históricamente bajos, y la salinización de las aguas subterráneas está aumentando en las zonas costeras. Andalucía es vital para el cultivo de hortalizas de invernadero en Almería, frutas tropicales en Málaga, cítricos en Sevilla y Huelva, y multitud de otros cultivos al aire libre en varias provincias. Pero, a principios de julio, solo podía contar con el 25% de la capacidad de su cuenca hidrográfica.

Esta escasez está haciendo que los agricultores se muestren reacios a asumir compromisos futuros de riego, y están plantando menos hectáreas. España ya ha recortado unas 1.000 hectáreas de cultivo de melón.

¿Otra consecuencia indirecta? Seguros agrarios más caros y menos eficaces debido al aumento de las pérdidas de cosechas. Esto, unido al aumento de los costes de cultivo y de las inversiones (véase el siguiente apartado) que los precios de venta no siempre cubren, está poniendo entre la espada y la pared a muchos pequeños productores.

El consumo de frutas y verduras es parte de la solución para reducir el calentamiento global.

Hay soluciones
El sector está intentando adaptarse para hacer frente a los diversos efectos adversos directos e indirectos del calentamiento global. La solución se caracteriza en gran medida por las técnicas de cultivo, incluido el riego, la protección física de los cultivos y las innovaciones en la mejora genética.

El clima caluroso y los prolongados periodos de sequía con posible escasez de agua están obligando a los productores, al sector y a los gobiernos a encontrar formas de abastecer agua suficiente y desarrollar métodos de riego más eficientes. Trasvasar agua de una cuenca hidrográfica a otra, construir infraestructuras de retención del agua de lluvia, reducir el consumo de agua e invertir en nuevas técnicas de captación de agua (por ejemplo, plantas desalinizadoras) son tareas gubernamentales en las que las organizaciones paraguas del sector pueden ejercer presión y desempeñar así un papel importante.

El propio sector también puede empezar a desarrollar y aplicar métodos de riego que ahorren agua. Cada vez son más comunes los sensores que miden con precisión las necesidades de agua y nutrientes de las plantas, y los sofisticados sistemas de riego por goteo que administran cantidades exactas. También existen ya productos biodegradables que retienen el agua en el suelo, reduciendo la evaporación.

Planta desalinizadora.

Para evitar que las heladas tardías de primavera dañen las flores o los frutos jóvenes, los ventiladores móviles ofrecen una alternativa a los braseros antiheladas o al riego de los árboles, que no es la solución más eficaz cuando el agua escasea.

En los cultivos al aire libre, una gran variedad de mallas y pantallas cada vez más sofisticadas ofrecen protección contra la luz solar demasiado intensa (que quema las plantas y los frutos) y las temperaturas demasiado altas, así como contra la lluvia, el granizo y las ráfagas de viento. Aquí ocupa un lugar especial la agrivoltaica o energía solar de doble uso, en la que se instalan sobre los cultivos paneles solares impermeables que, además de proteger, generan energía verde.

El cultivo interior controlado es otra solución que podría recibir un mayor interés en el futuro. Sin embargo, solo ofrece una solución para algunos cultivos. Las hierbas y las hortalizas de invernadero no son un problema, pero ¿qué pasa con las naranjas y las peras? El cultivo interior ofrece la ventaja de mantener alejados los factores ambientales adversos, como el calor, el frío, la lluvia, el granizo y el viento, así como las plagas y enfermedades.

Por último, los productores depositan sus esperanzas en el trabajo pionero de los obtentores. Estos desarrollan cultivos que deberían resistir diversas influencias nocivas, como el calor o el frío, la sequía o las inundaciones, y las enfermedades y plagas. El cambio climático hace que estos fenómenos sean cada vez más intensos y frecuentes. Teniendo esto en cuenta, la Unión Europea parece estar cambiando de rumbo para permitir algunas técnicas avanzadas de obtención genética que hasta ahora estaban prohibidas en suelo europeo.