Tras ocho años de ausencia, la edición francesa de la Potato Europe se celebró en Villers-Saint-Christophe el miércoles y el jueves. En una feria al aire libre, las condiciones meteorológicas determinan en gran medida su éxito –todos en el sector de la patata recordarán la edición de 2017 en Emmeloord, que fue lluviosa–, pero esta vez no ha llovido e incluso ha salido el sol a ratos.
Ha sido una feria muy espaciosa, donde los expositores se han alineado en una gran plaza de más de 2,5 kilómetros, y donde se han llevado a cabo recolecciones de demostración en mitad del recinto. Por lo tanto, para la multitud de visitantes del evento, cubrir todo el recorrido ha sido casi como salir de excursión. Los participantes tenían la certeza de que todos los visitantes pasarían por sus expositores, pero que no lo harían más de una vez, así que han tenido que coger el toro por los cuernos.
Esta edición de Potato Europe también ha contado con muchos visitantes internacionales. La gran mayoría han sido franceses, pero había gente de todos los continentes. A pesar de la espaciosa disposición de la feria, el recinto ha permanecido bastante concurrido en todo momento. Ha habido un buen número de expositores holandeses, sobre todo de obtentores de patatas, pero también han acudido proveedores de maquinaria y fábricas de patatas fritas. La NAO ha organizado una vez más un pabellón para los Países Bajos.
La mayoría de comerciantes han ido a la feria como visitantes. Tanto expositores como visitantes han mostrado su entusiasmo por el evento. El año que viene, los holandeses no tendrán que viajar tan lejos, ya que la feria –que rota anualmente entre Francia, Alemania, Países Bajos y Bélgica– se celebrará en Lelystad los días 3 y 4 de septiembre.