"Una cosa es cierta: no podemos quejarnos ni en el ámbito comercial ni en el de la calidad. De hecho, desde el principio ha habido una gran demanda y un gran interés por nuestras uvas, algo que sigue reflejándose en los altos precios de esta fruta, pero no creo que podamos hablar de una temporada totalmente serena. Ha sido un mes difícil desde el punto de vista de la producción, con un descenso de los rendimientos de hasta el 50%", comenta Benny Porcelli, un joven agricultor de Rutigliano, en Apulia, que se afana con los últimos volúmenes de uva Italia para comercializar.
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En Apulia, la cosecha de uva de mesa se encuentra en la recta final. Muchos están cortando los racimos y almacenándolos en cámaras frigoríficas para estirar las ventas hasta las navidades. El tiempo es favorable, pero la gente prefiere resguardar el producto por temor a un posible y repentino empeoramiento del tiempo, con la llegada de las lluvias otoñales y niveles de humedad que podrían poner en peligro la fruta.
Benny Porcelli.
"Nos hemos enfrentado a una fuerte sequía que no hemos acabado de superar", prosigue el empresario. "La situación se ha visto agravada por el sofocante calor, que nos ha obligado a frecuentes y costosos riegos. Si bien es cierto que obtenemos cotizaciones más elevadas de lo habitual, no siempre conseguimos compensar la caída de los rendimientos, empeorada por el aumento de los costes del agua, los productos fitosanitarios, la mano de obra y la electricidad, indispensable para las bombas. A esto hay que añadir las cantidades que perdemos por la noche debido a los robos en el campo. Los perjudicados son siempre el primer y el último eslabón de la cadena: por un lado, están los que producen a alto coste y ven sacrificados sus ingresos; por otro, tenemos al consumidor, que compra uvas casi al precio de dos filetes de carne".
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Az agricola Porcelli Leonardo
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