Entregar 4.000 lechugas al día a los puntos de venta y restauración de la isla; ese es el objetivo de BonHydroponics, el último proyecto de Edward van Wonderen en Curazao. Edward es un holandés que ante se dedicaba al fútbol y que, hace algo menos de una década, decidió dar el salto al sector hortofrutícola. "El invernadero de 5.500 m² está ya en marcha, así como las 130 mesas de hidroponía. Ahora estamos a la espera de que llegue mi productor de Bahréin dentro de una semana", explica Edward.
En cada mesa caben unas 800 lechugas, lo que da para 1,3 millones de unidades al año, calcula Edward. La empresa también se ocupa de la propagación. "Las semillas, que están pensadas para hidroponía y el clima tropical de Curazao, proceden de Rijk Zwaan. Las bolsas en las que se envasan las lechugas también las traemos de los Países Bajos. Desde la semilla hasta el producto acabado, todo el proceso tiene lugar aquí, en el invernadero".
"La lechuga Batavia debe tener una textura crujiente"
Cada año llegan a Curazao por avión unas 700 toneladas de verduras de hoja. "En la isla se cultiva algo de lechuga, pero solo a pequeña escala, y se trata de lechugas cultivadas al aire libre y de los tipos más pesados. Nosotros cultivamos lechugas gourmet, de entre 150 y 200 gramos. Los productos de esta categoría, que suelen destinarse a complejos turísticos, restaurantes y al retail, se cultivan ahora en el sur de Italia y luego se transportan por carretera a los Países Bajos, donde se envasan, se cargan en la bodega de un avión de KLM y finalmente se entregan a uno de los dos mayoristas que hay aquí en Curazao. Esa lechuga ha pasado una semana en tránsito y se nota. No es raro que llegue flácida y tenga un aspecto triste en la tienda, cuando se supone que la Batavia debe tener una textura crujiente. Nosotros ofrecemos productos frescos, no fumigados y, como se dice aquí, de kilómetro cero, con cero emisiones. De hecho, tenemos una huella de carbono negativa, dado que las plantas absorben CO₂ a medida que crecen", detalla Edward.
Para los clientes de Curazao, comprar el producto cultivado en los invernaderos de BonHydroponics es la opción más lógica, según Edward. "No hay más que ver el precio de la lechuga de importación en el supermercado: más de 5 florines (2,60 euros) en Curazao y 5 dólares en Bonaire. Por supuesto, los costes de cultivo aquí no son baratos —el agua es cara, la electricidad es cara, hay que importar materias primas—, pero somos competitivos y podemos ganarnos bien la vida. El proyecto se puso en marcha a finales de 2022 con la ayuda de unos 30 inversores que, sin duda, obtendrán un buen rendimiento a partir de 2025".
No se compite con los productores nacionales
En la isla se consume una gran cantidad de lechuga, tal y como demuestra la cifra de 700 toneladas de importación al año. "Con nuestro producto, perseguimos prescindir de algunas de esas importaciones. En ese sentido, no competimos con los productores locales, sino con los italianos, los exportadores holandeses y las compañías aéreas. Con nuestro ejemplo, queremos darle un impulso al sector hortícola nacional, que sigue siendo muy pequeño. No hay muchos invernaderos en la isla y, sin embargo, hay un gran potencial".
El invernadero de BonHydroponics contará con entre ocho y diez empleados cuidando las plantas de lechuga y preparando el producto final para entregarlo a los clientes. El experimentado jefe de cultivo de Bahréin formará a dos ayudantes, uno en Curazao y otro en Bonaire, donde Edward está construyendo otro invernadero como el de Curazao. "Allí, hemos adquirido un invernadero de 1.500 m² y vamos a añadir 3.000 m², lo que nos permitirá producir alrededor de un millón de lechugas al año", explica. En Bonaire, una cadena de supermercados está interesada en nuestro producto y ha expresado su intención de comprar toda la cosecha. Encontrar clientes no será la parte más difícil de este proyecto", afirma Edward.
Automatización y eficiencia
Para el cultivo en sí, el empresario cuenta con un técnico experimentado y un sistema de cultivo parcialmente automatizado. El agua de mar desalinizada por ósmosis inversa, suministrada por la empresa Aqualectra, se enfría a 22-24 grados, se filtra y se trata con rayos UV antes de distribuirla por las mesas junto con los nutrientes. Al final de las mesas hay un rebosadero, desde el que el agua se bombea a un depósito de inercia y se filtra de nuevo para su reutilización. El sistema mide automáticamente el contenido nutricional, el pH y la temperatura del agua y puede realizar sus propios ajustes. "Se calcula que las más de 100.000 cabezas de lechuga repartidas en las 130 mesas absorberán entre 8 y 10 metros cúbicos de agua al día. La tasa de evaporación es insignificante gracias a unas densas placas de espuma. Este sistema circular totalmente cerrado ha demostrado ya su eficacia en Bahréin y nuestro principal productor lo conoce bien".
Buenas condiciones de trabajo
Para evitar que suba demasiado la temperatura —sin medidas de protección térmica, la temperatura en el invernadero alcanzaría los 43 grados, según Edward— se utilizan mallas de sombreo, cuarenta extractores que extraen el aire caliente de la cumbrera del invernadero y ochenta ventiladores. "Creamos un microclima con una temperatura de 27 grados por encima de las mesas. El agua en la que flotan las lechugas tiene una temperatura de 22-24 grados. Solo sin las mallas de sombreo, la temperatura en el invernadero ya sube a 35 grados. Para los cultivos en sí, esto en principio no supone un problema, pero para el personal, obviamente, no resulta agradable".
En los laterales, el invernadero se cierra con malla para que el aire puede pasar pero los insectos se queden fuera. La estructura está galvanizada y el acero resiste ráfagas de viento de hasta 85 km por hora. Si se produce una tormenta demasiado violenta, la malla y el plástico pueden romperse, pero no la estructura. "Hace mucho viento en la isla, pero esto tiene también consecuencias positivas, ya que proporciona refrigeración".
Minimizar la presión de las enfermedades
A pesar del clima húmedo y las altas temperaturas, Edward no teme la presión de enfermedades y plagas. "Se trata de un sistema cerrado y las semillas de Rijk Zwaan están especialmente desarrolladas para el cultivo hidropónico y para este clima tropical semiárido. Esta es la base. Eso sí, hay que mantener la calidad del agua cambiándola cuando haga falta y esterilizándola con rayos UV. El sustrato de Holland BioProducts, la empresa holandesa que cofundé en 2017, también facilita el cultivo. Este sustrato estéril a base de yute es también totalmente biodegradable. Aun así, soy consciente de que tendremos que superar escollos. En esos momentos, tendremos que encontrar soluciones y demostrar resiliencia. Pero tenemos una cosa clara: nada de productos fitosanitarios", afirma Edward con firmeza.
No es lo mismo poner en marcha una empresa en los Países Bajos que hacerlo en Curazao. "Me gusta planificarlo bien todo, pero aquí he tenido que aprender a ignorar el factor tiempo. Para abrir un número de cuenta bancaria, solicitar un número de IVA, inscribirse en la Cámara de Comercio y suscribir contratos de agua y electricidad hay que visitar personalmente a las autoridades competentes dos o tres veces, así que el proceso puede llevar meses. Es una pena, pero es lo que hay".
Aduanas
La autoridad de aduanas también realizó una visita durante la construcción del invernadero, explica Edward. "Esto se hizo debido a mi solicitud para operar como empresa agrícola, que ofrece la ventaja de que las materias primas importadas no están gravadas con derechos de importación ni IVA, lo cual se hace para fomentar la autosuficiencia en la isla. Estaba claro que estaba construyendo un invernadero para la producción de alimentos, pero los funcionarios plantearon que también podría haber acabado usándose para la exposición de productos. Así que solo pude obtener el estatus de agricultor cuando se demostró de forma concluyente que del invernadero saldrían hortalizas. Esto me afectó un poco, ya que había calculado que la exención de derechos de importación e IVA rondaría los 50.000 euros. Mi sueño se vio gravemente perturbado durante un tiempo. Al final, me concedieron el estatus de agricultor temporal. El definitivo me lo concederán cuando la primera lechuga llegue a las tiendas".
Fuente de inspiración
La construcción del invernadero es una iniciativa con la que BonHydroponics quiere inspirar y entusiasmar a otros productores y empresarios de las islas del Caribe. "El Gobierno holandés ha puesto 24 millones de euros a disposición de proyectos en las islas de Curazao, Aruba y Sint Maarten. Es un buen apoyo para iniciativas de esta naturaleza. Además, Curazao tiene la norma de que todo lo que se produce en cantidades suficientes en la isla ya no se puede importar. Por ejemplo, está prohibida la importación de huevos. Estaría bien que también hubiera un suministro ininterrumpido y suficiente de tomates, pimientos o verduras de hoja de cultivo nacional, pero para eso hace falta que el sector se organice. Yo también me comprometo personalmente a ello. Lograrlo en unos cinco o diez años parece un objetivo razonable. Pero, como ya he dicho, tenemos que tener paciencia", señala el empresario.
El propio Edward también espera poder recibir subvenciones del Gobierno holandés. "Si me las conceden, invertiré en paneles solares para poder lograr un poco de independencia energética, ya que aquí el suministro de electricidad sigue sin ser muy fiable. Esta es también una de las razones por las que optamos por cultivar verduras de hoja. Desde la semilla hasta la cosecha, tienen un ciclo de ocho semanas, así que aunque algo salga mal, como mucho pierdes dos meses de trabajo".
La lechuga de BonHydroponics llegará a las tiendas a partir del año que viene en Curazao con su propia marca Fresku di Kòrsou, y en Bonaire con la marca Fresku di Boneiru.
Para más información:
Edward van Wonderen
BonHydroponics
[email protected]
www.bonhydroponics.com
Bonaire DailyFresh
[email protected]
www.bonairedailyfresh.com