En el valle de Okanagan, en Columbia Británica, Canadá, hace un tiempo espléndido en invierno. Esta fértil región rodeada de montañas y lagos ofrece las condiciones perfectas para el cultivo de cerezas, por lo que es en esta región donde se cultiva la mayor parte de las cerezas de la provincia. Aunque el invierno crea un paisaje impresionante, los agricultores han experimentado de primera mano los inconvenientes del frío.
Controles de rusticidad
El año pasado, las heladas de enero recortaron mucho la cosecha, con un volumen de entre el 10% y el 20% de la cosecha media. La semana pasada volvió a hacer mucho frío en la región (de -13 °C a -17 °C), pero parece que los huertos superaron las inclemencias del tiempo.
"Nos alegramos de que los brotes de los cerezos sigan en plena dormancia, y las pruebas de la cámara de congelación indican que los brotes son resistentes a -21 °C y temperaturas más bajas", asegura Julie McLachlan, de Jealous Fruits. "La previsión es que durante el resto de febrero las temperaturas continúen siendo moderadamente frías, lo que debería mantener la dormancia". La dormancia es clave porque protege los brotes del frío. En cuanto las temperaturas suben, las yemas empiezan a despertarse y se vuelven muy vulnerables. El año pasado, las yemas ya habían empezado a despertarse cuando las temperaturas cayeron en picado hasta mínimos de entre -25 °C y -28 °C.
Además de los controles de rusticidad, el equipo de horticultura de Jealous Fruits ha empezado a analizar el número de yemas y primordios. "Estos resultados muestran el potencial de una cosecha de 2025 muy fuerte en todas las explotaciones y a todas las altitudes", afirma McLachlan.
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Julie McLachlan
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