Es bien sabido que Marruecos está sufriendo una de las peores sequías de su historia meteorológica. Un informe publicado por la Dirección General de Meteorología describe la magnitud de la crisis: se trata de la sequía más larga que ha vivido el país; 2023 fue el año más seco de los últimos 80 años y fue testigo de más de veinte fenómenos meteorológicos extremos, entre ellos el récord histórico de temperatura de 50,4 grados centígrados en la región agraria de Agadir.
Este mes de marzo ha sido un soplo de aire fresco: se están registrando precipitaciones abundantes y constantes en todo el país, y son más intensas en su región septentrional, de Tánger a Rabat. Los marroquíes se atreven a preguntarse si no será este el principio del fin de la sequía. Según Anas Mansouri, investigador en agricultura de zonas áridas, "lo más probable es que las lluvias no duren lo suficiente como para poner fin a la sequía estructural. Lo que estamos viendo es más bien una alternancia entre largas sequías y violentos periodos de lluvias".
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Las lluvias son independientes de la borrasca Jana
Según la Dirección General de Meteorología, las precipitaciones registradas en marzo son independientes de la borrasca Jana que ha azotado a Europa occidental y están más bien relacionadas con otro sistema que se produce en la costa atlántica de Portugal. Mansouri comenta: "Aunque las precipitaciones que vemos actualmente en Marruecos no están directamente relacionadas con Jana, forman parte de un sistema más amplio de variaciones climáticas influidas por perturbaciones atlánticas y mediterráneas. Jana o no, lo más importante es que estas lluvias son una bendición y tienen un impacto positivo en la situación hídrica general de Marruecos".
"Las precipitaciones han superado los 120 mm solo esta semana en el norte del país y han sido un muy esperado respiro a la persistente sequía", prosigue Mansouri. "Al igual que Jana, estas fuertes lluvias se deben a un intenso fenómeno meteorológico que cruzó el Atlántico antes de afectar a la cuenca mediterránea. El sistema de bajas presiones favoreció la formación de perturbaciones atmosféricas que generaron precipitaciones continuas, reforzadas por masas de aire frío procedentes del norte y humedad acumulada sobre el Atlántico. Sin embargo, a pesar de esta bienvenida entrada de agua, la situación hídrica del país sigue siendo preocupante. La tasa media de llenado de los embalses es actualmente del 31%, lo cual indica una modesta mejora que resulta insuficiente para compensar los déficits acumulados en los últimos años".
Recarga de aguas subterráneas y humidificación del suelo
Mansouri añade: "La mejora de las precipitaciones ha sido especialmente notable en las regiones del norte, Rif, Garb y Atlas Medio, donde las lluvias han recargado parcialmente la capa freática y mejorado la humidificación del suelo. Esta mejora beneficiará sin duda a la producción hortícola y frutícola. En las zonas de regadío, sobre todo en la llanura de Al Hauz y en la región del Sus, las lluvias han reducido temporalmente el estrés hídrico, aunque el impacto a largo plazo sigue siendo incierto debido al nivel aún bajo de la capa freática".
Según Mansouri, las precipitaciones registradas hasta ahora no han alcanzado aún el umbral necesario para poner fin a la sequía estructural del país. Y explica: "Las perspectivas para el próximo año siguen siendo inciertas. Marruecos está especialmente expuesto a los efectos del cambio climático, con una mayor variabilidad de las precipitaciones y temperaturas cada vez más extremas. Estos cambios climáticos aumentan la frecuencia de las sequías prolongadas, al tiempo que intensifican ciertos episodios de fuertes lluvias, como es el caso actual. Esta alternancia entre sequías prolongadas y precipitaciones excesivas plantea un reto importante para la gestión de los recursos hídricos y la seguridad alimentaria".
Y concluye: "Las condiciones meteorológicas de este año subrayan la necesidad de que Marruecos adopte estrategias de adaptación más eficaces. La mejora de la gestión hídrica se está convirtiendo en una prioridad absoluta, especialmente mediante el refuerzo de las políticas de almacenamiento del agua de lluvia, la promoción de técnicas de riego que ahorren agua y el desarrollo de infraestructuras de desalinización en las zonas más vulnerables. Al mismo tiempo, la adopción de prácticas agrícolas más resilientes, como el uso de cultivos tolerantes a la sequía y la optimización de la rotación de cultivos, podría limitar los efectos de los riesgos climáticos en la producción de alimentos".
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Anas Mansouri
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